Caperucita y el Lobo

 


Marta consiguió trabajo en una empresa multinacional. Su currículum era muy bueno, impresionante. La iban a poner al frente de una sección con diez personas a su cargo. Estaba muy ilusionada, por fin iba a trabajar en algo que le gustaba.
Aprovechó el fin de semana para irse a las rebajas y comprarse ropa nueva para su primer día de trabajo. Compró un magnífico vestido de color rojo. Elegante, manga corta, escote sobrio... "Quizás un poco sexy" "Con esto me veo bien, servirá. Qué le debo?".

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Por fin llegó el gran día aunque fuera un lunes. Madrugó, se puso su flamante vestido rojo y salió a coger el autobús sin entretenerse siquiera en comprar el periódico.
Gorra del Coronel BolognesiFoto del recuerdo:

Teatro en Chiquian, OBRA: "Caperucita y el Lobo".

Erase una niña muy buena y linda a quien todos querían y mimaban. Su abuelita la adoraba y constantemente la estaba haciendo preciosos vestiditos y hasta una caperuza de terciopelo rojo, que siempre llevaba puesta y que la hacía encantadora; por lo que dieron en llamarla: Caperucita Roja.

Un día le dijo su mamá:

- Caperucita, hija mía, ve a llevarle a tu abuelita este trozo de carne y esta botella de vino. Está enferma y débil y la sentará muy bien.
- Si mamá.
- Date prisa y no te entretengas en el camino.
- No, no todo lo haré como deseas. Adiós mamita.
- Adiós hijita. Muacc, muac.

La,lará,lará, la, lará, lará. La, lará larita, la, lará lará.

Caperucita se fue alegre y contenta a casa de su abuelita que vivía en el centro del bosque a media hora de camino.

La,lará,lará, la, lará, lará. La, lará larita, la, lará lará.


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Qué buen tiempo hacía. Era una magnífica mañana de primavera. No se tenía que desplazar mucho, sólo hasta el centro de la ciudad. Hasta en eso era bueno el nuevo puesto de trabajo. El atasco era considerable y Marta miraba por la ventanilla del autobús el color del cielo, los niños rumbo al colegio, el frescor de la mañana recién nacida.

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Marchaba alegremente por el sendero cuando le salió al encuentro un feroz lobo. Pero como Caperucita no conocía su crueldad, no se asustó lo más mínimo al ver a la fiera.

- Buenos días, Caperucita. A dónde vas tan temprano?
- A casa de mi abuelita que está enferma, a llevarle esta merienda.
- Grrr . Y dónde vive tu abuelita?
- En la casita de los avellanos, sabes? En medio del bosque.
- Hummm. Tu abuelita se pondrá muy contenta si la llevas un ramo de estas preciosas flores que llenan el bosque.
- Ya lo creo que la gustará! Es temprano todavía y puedo llevarla un buen ramillete, verdad?
- Jo, jo. Claaaro que si! Je,je,je... esta niña es linda y tierna y si obro con astucia devoraré a las dos. Jeee. Me adelantaré y llegaré a casa de su abuelita antes que ella...je,je,je. Bueeeno, adiós Caperucita! Me voy que tengo muuuucha prisa!
- Adiós señor Lobo, adiós y muchas gracias.

La,lará,lará, la, lará, lará. La, lará larita, la, lará lará.
 

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El edificio era sólido, antiguo, el marco ideal para una compañía de seguros de nombre un poco rimbombante. Entró y preguntó en Información dónde estaba el despacho del Director de Recursos Humanos, D. Paulo Boferoz. "Planta ocho despacho cuarenta" "Gracias". Un poco desagradable y seca la señorita informadora "pero es normal, hoy es lunes" pensó. El ascensor, "buff, lleno". Un montón de ejecutivos con traje de chaqueta, camisa azul clara y corbata naranja o marrón. "Qué pintas..." sonrió "parecen de la mafia. Qué raro, ni una sola sonrisa. Claro... no me conocen aun".

Y por fin el despacho cuarenta. Alguien, una mujer, salía de él tapándose la cara con una mano. O eso le pareció, no estaba segura. Se la quedó mirando mientras la mujer desaparecía a toda prisa por el pasillo, después de cerrar la puerta.

Llamó. "Adelante. Pase, pase señorita la estaba esperando. Bueenos días. Marta Rojo, supongo?" Y Marta se sintió como el Doctor Livingstone perdido en el África misteriosa, pero no la dio tiempo a mas. "Ha venido usted... muy temprano" dijo el Director con una voz más bien ronca.

- Bueno, solo intento ser puntual.
- Bien, tengo que rellenarle esta ficha. Dónde vive usted?
- En la calle Avellano nº 15, 4º B.

Y así todos sus datos. Teléfono particular, teléfono móvil, código postal, formación académica, afiliación a sindicatos, etc, etc.

- Bien, tiene usted que incorporarse a su puesto esta misma mañana. Ya sabe cual es su tarea, imagino. Tendrá usted a su cargo doce personas. Le acompañaré a conocerlas. Un momento... antes lléveles este ramo de flores, puede ser un buen detalle.
- Si, buena idea, con su permiso. Supongo que les agradará.
- Venga Señorita Rojo, tengo una reunión muy importante y llevo muuucha prisa.

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Y mientras Caperucita se internaba en el bosque cogiendo flores para su abuelita, el astuto lobo corrió a la casa de los avellanos. - Pom, pom, pom.
- ¿Quién es?
- Soy Caperucita que vengo a traerte carne y vino, abuelita. Ábreme la puerta.
- Alza tu misma la aldabilla, estoy demasiado débil para levantarme.
- Grruaruaurgg, grruaurg, gruarrg.
- Ay aaaaaaaaayyy.

El lobo entró y sin decir palabra saltó al lecho y de un solo bocado se comió a la abuelita.

- Je, je,je.

Se puso la ropa de esta y se metió en la cama. Al poco rato llegó Caperucita cantando y con un gran ramo de flores.

La,lará,lará, la, lará, lará. La, lará larita, la, lará lará.

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Marta desarrolló su trabajo con normalidad. Sus compañeros no eran muy agradables y no digamos los subordinados. A veces parecía que no la hacían caso, que la dejaban sola. Pero Marta pensó que sería algo propio de la Jefatura y que pasaría con el tiempo cuando todos se acostumbraran unos a otros.

Un día se le ocurrió devolver al Director de Recursos Humanos las flores aquellas del primer día y subió en el ascensor, al despacho del Director, con un ramo de flores entre las manos.

Escuchó gritos dentro, una mujer lloraba y se quejaba. El Director chillaba algo que no llegó a entender. De repente se abrió la puerta. Salió de ella la misma mujer del primer día. Estaba demacrada, lloraba, su pelo era gris. O no era la misma? Desde luego el primer día que la vio no tenía tantas canas como ahora, de eso estaba segura. Con ese pelo, casi blanco del todo, parecía una anciana. Se cruzaron las miradas un instante. Tenía una mirada de temor, de estar atónita, como perdida. Y lloraba, lloraba silenciosamente "a raudales como si llorara un ojo inmenso"recordó a Miguel Hernández.

La puerta del despacho quedó semiabierta y por ella, entre rendijas, podía ver al Director sonriendo. Casi se relamía. No, no podía ser, "serán alucinaciones tuyas. Hija, Marta, que tonta estás".

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Al ver la puerta abierta se extrañó mucho. Entró. Se aproximó a la cama y al ver tan rara a su abuelita, dijo:

- Uy abuelita, qué orejas tan graaandes tienes...
- Son para oírte mejor, hijita.
- Uy qué ojos más grandes tienes...
- Son... para verte mejor.


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Tan abstraída estaba que el ramo de flores casi se le cae al suelo de la impresión. Tampoco se dio cuenta que D. Paulo Boferoz había notado su presencia y se encaminaba hacia la puerta abierta, hacia Marta.

- Qué hace usted aquí??
- Pues.... yo.....
- Usted no ha oído nada por esas orejitas y usted no ha visto nada por esos ojitos, entendido? - .... yo ....
- Usted se va ahora mismo a su trabajo, se está calladita y recuerde... no ha visto nada por esos.... ojitos tan grandes que tiene.
- Si, si señor Director. Pero... esa mujer.... lloraba y ....
- Bueno mire, mejor pase a mi despacho.

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- Y qué manazas tan grandes tienes....
- Son para acariciarte mejor, hija.
- Pero abuelita.... qué dientes tan graaaandes tienes.
- Son... para comerte mejor!! Grrruaurggg Grrruarrragggg.
- Ay, ay,ay.

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Que le quede claro Señorita Rojo, usted no ha visto ni oído nada. Tengo informes poco favorables de usted.
- De mi? - Si de usted. Sus... compañeros me han informado que no están de acuerdo con su gestión, que es usted muy...particular.
- Pero, pero si apenas me hablan.
- Y no será usted la que no les habla? Señorita Rojo estima usted mucho su puesto de trabajo? Lo necesita mucho? No, no ... no hace falta que me responda. Sé que proviene Ud. de una familia...digamos humilde. Su padre murió, su madre está en el paro... limpia casas a media jornada...
- Pero, cómo sabe usted todo eso? Usted, usted es un ....
- Dígalo Srta. Rojo, dígalo y se puede dar por despedida. Es usted muy guapa Marta, está muy ... sexy... con ese vestido rojo... je, rojo...como su apellido. Marta, debe tener usted una piel muy suave.... puedo?...si no puedo me lo dice.... ummm qué piel tan suave. Y su pecho... su pecho es terso y joven, no? ... puedo? .... si no puedo no tiene más que decirlo....
- ¡Quíteme sus manazas asquerosas de encima!
- Y su cuello, su cuello es esbelto, blanco....
- ¡ No me muerda! ¡No me babee! ¡Asqueroso! ¡Es usted una fiera rabiosa!
- ¡Fuera! ¡Fuera de mi despacho! Esté atenta, Marta, a las consecuencias de este.. digamos... este despecho.

Marta salió corriendo de allí absolutamente descompuesta. Por el pasillo vio un servicio, no se lo pensó dos veces, entró, se encerró y vomitó con violencia.

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Y saltando veloz de la cama, se tragó a la pobre Caperucita. Tan pronto hubo saciado su apetito se acostó de nuevo y, quedándose dormido, empezó a roncar ruidosamente.

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Marta lo pagó caro. D. Paulo Boferoz se erigió en su acosador, Marta sabía mucho. Marta se puso en contacto con la mujer que lloraba al salir del despacho. Hablaron. Ella le comentó que D. Paulo era un psicoterrorista, "qué palabra tan extraña", un acosador sexual. Que la estaban acosando, que practicaban el mobbing con todo aquel que supiera los enjuagues de la Dirección y se negara a admitirlos y participar en ellos. "Mobbing... ha dicho mobbing o móvil? Qué extraño". Por eso sus compañeros y subordinados no la dirigían la palabra. Preferían que hubiera alguien objeto de los ataques de D. Paulo, no les fuera a tocar a ellos.

Y así, poco a poco, Marta se fue convirtiendo en objetivo de los ataques de su ... "cómo era?"... su "psicoterrorista particular". Ya no estaba cómoda en su tarea, estaba siempre en guardia, cargada de nervios, malhumorada. A veces se sentía culpable y otras se repetía constantemente "porqué, porqué a mi?".

Empezó a quedarse sin trabajo. Al principio creyó que la temporada era floja, pero luego se dio cuenta que esa misma mañana habían contratado a otra persona. Una "barbie" vestida de verde se presentó a ella como la "Jefa Adjunta" de la sección.

La mujer de verde asumió todas las tareas que a ella le correspondían y así Marta quedó relegada. Se sentía como un mueble más. No podía leer, no podía hacer crucigramas. En cuanto sacaba el libro la "maldita barbie" se situaba casi a su espalda y la observaba. Cuando cogía el teléfono para hablar con su madre o con un amigo, ella pasaba por detrás, se detenía un momento y se fijaba en el número marcado.

Cuando volvía a casa sentía que no podía más, que no aguantaba tantas humillaciones. A la mañana siguiente se presentó en el médico de cabecera y le contó lo que le pasaba en el trabajo. El médico le dio la baja por "depresión asociada a conflictos laborales", medicación y una cita para el Servicio de Salud Mental. "No, si ahora va a resultar que estoy loca".

Tres meses de baja. Tres meses en el infierno de las dudas. Tres meses en la tela que te atrapa. Tres meses con una medicación errónea. Tres meses con una asistencia psicológica equivocada, fueron suficientes para acabar con su estabilidad. No hacía nada, sólo estaba en casa viendo la tele y únicamente salía a pasear el día que tenía que mandar la confirmación de baja por correo. Era muy raro el día que andaba y disfrutaba del paseo.

Una de esas mañanas raras, vagaba al sol por una calle céntrica de la ciudad con el sol de las diez dándola en la cara, cuando se descubrió saliendo de una tienda de utensilios de caza y montería. "Qué hago yo aquí? ¿Qué es esta bolsa? He comprado un cuchillo de monte. ¿Para qué? No recuerdo, mierda de pastillas. Bueno, me servirá para cortar el jamón que compró mamá." Guardó el cuchillo en el bolso. "Menos mal que compré un bolso grande."

De camino a su casa pensó en lo que había pasado, en cómo había perdido la memoria, el conocimiento y se dijo a sí misma que había que poner un remedio, agarrar el toro por los cuernos, no tener miedo, hacer frente a las situaciones. Empezaría por llevar el parte de confirmación en persona, en lugar de hacerlo por correo. 

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Un cazador que pasaba por allí, al oír los ronquidos pensó:

- Cómo ronca la anciana! Voy a ver si necesita algo. ¡Cómo! ¡Eres tú el que roncas , viejo lobo! Ya has hecho otra fechoría, eh? Hace mucho que ando buscándote y ahora me las pagarás todas juntas. Bang. Bang.
- Socorro, socorro, estamos aquííííí. Y el cazador al oír los gritos que daban Caperucita y la abuela dentro del cuerpo del lobo, con un enorme cuchillo de monte le abrió el vientre. Saliendo las dos alborozadas y agradecidas al valiente cazador.
- Gracias señor cazador.

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Marta se dirigió debidamente identificada a los ascensores. Planta ocho. "Así, con decisión. Que no me vean mal. A la semana que viene pido el alta". Se había puesto su todavía flamante vestido rojo y su bolso "quizás demasiado grande" a juego. "Qué se ha creído, que va a acabar conmigo?"

Despacho cuarenta. Don Paulo Boferoz Director de Recursos Humanos, rezaba la placa con un brillo siniestro. Llamó. "Adelante". "Caramba Señorita Rojo, es un placer verla por aquí de nuevo".

- Vengo a traer el parte de confirmación.
- Se ha quedado sin dinero para sellos? Puedo darla un adelanto. Solo si... usted quiere.
- Está por aquí dentro del bolso- dijo Marta rebuscando sin hacer caso. El monedero la cartera, el pintalabios, una bolsa de plástico con algo dentro, los partes por fin.
- Acabe Señorita Rojo, no tengo toda la mañana.
- Si... tiene usted que seguir acosando, no? Maldito hijo de perra - dijo Marta entre dientes.
- Qué? Qué es lo que ha dicho? Esta usted despedida señorita Rojo. Sepa usted que estoy grabando esta conversación, incluida esa frase tan ... agradable. Y será una prueba mas que suficiente.

Las manos de Marta, aún dentro del bolso, tropezaron de nuevo con la bolsa de plástico y, de repente, recordó lo que contenía. La abrió, aún dentro del bolso y empuñó el cuchillo de monte por el mango. Se acercó con mirada perdida y ojos relucientes a D. Paulo.


- Dónde va? Marta le pasa algo? Marta reaccione...qué hace? Qué es ése cuchillo?
Marta sacó el tremendo cuchillo de monte, que compró aquella mañana de desvarío y se lo puso a D. Paulo en su descomunal tripa.
- ¿Dónde esconde usted los muertos D. Paulo? - Los... los muertos? Qué muertos....Qué dice? - En el armario? Están en el armario?- dijo Marta dirigiéndose a un armario de puertas de madera que había a la derecha de la mesa de D. Paulo. De una patada y sin dejar de apuntar con su cuchillo la tripa de D. Paulo, abrió el armario y vio que sólo contenía papeles y archivadores.
- En el armario no están "viejo lobo"... ¿Dónde los tienes?
- Pero...qué dice... está usted loca...
- Los tienes en la barriga, no?
- Pero...que dice... cuidado... mi camisa... ya me ha saltado un botón!!!....
- "Ya has hecho otra fechoría eh, viejo lobo?"- dijo Marta con una voz que no parecía la suya.
- Qué... que dice... voy a llamar a Seguridad...
- ¡Usted no va a hacer nada! "Hace mucho tiempo que ando buscándote y ahora ..."- acercó su cara a la de D. Paulo. El cuchillo apretaba cada vez mas.- "Ahora me las pagarás todas juntas!!"
- No... no... no lo haga....yo ... yo prometo... agggggg.....ay aaaayyy.

Marta abrió la descomunal tripa de D. Paulo Boferoz y se dio cuenta de que, dentro, no estaban ni Caperucita ni su abuelita. En su lugar solo había unas cuerdas gruesas con aspecto repugnante.

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Caperucita prometió a su abuela no entretenerse nunca mas en el bosque, ni andar con desconocidos. Y colorín colorado, éste cuento... se ha acabado.


Historia tomada de http://www.acosomoral.org/39.htm


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