El Pregonero de la Comunidad de Campesinos y el Bombito de don Antonio Padua

 


El sonido característico del bombito de Don Antonio Padua, se escuchaba nítidamente; en la noche todo se escucha mejor, parece que la oscuridad agudiza nuestros sentidos; así como nosotros, casi todo el pueblo esperaba ansioso el aviso que a voz en pecho recitaría el pregonero de la comunidad de campesinos de El Bombito de don PaduaChiquián, es decir Don Juan Jaimes;

“Se comunica a todos los Comuneros, que el día Domingo a las 6 de la mañana, nos reuniremos en Cochapata, para el relimpio de los canales de regadío”.

 

El ¡tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan!

y el pregón se repetía en las esquinas de los jirones Dos de Mayo, Agocalle y todas las transversales de Jana barrio; =y ¿por qué no en el jirón Comercio? -Allí no hay mucho comunero pues shay. Con Vladimiro Reyes Gamarra, mi hermano espiritual, en reiteradas oportunidades nos deleitábamos escuchando al estimado amigo Hualu, un modesto pero noble campesino, del que aprendimos lecciones que no están en los libros; él sabía que en las tardes de Sábados o Domingos pasada las 5, estábamos en una banca de la plaza de armas o en el quiosco; aparecía como un viento con su característico; > ¡Hola shay Uñuco!, me invitan una chichita. Presurosos nos dirigíamos a la chinganita de la tía Ashuquita Lara y colmábamos su sed, aquella sed de siempre, producto de su pena y quizás de su remordimiento por no haber podido ser lo que pretendió. >Recuerdo cuando fuimos al ejército,(iniciaba su relato) al cuartel de Trujillo, éramos un grupo unido, a los costeñitos los teníamos de chulillo; en los partidos de fútbol les dábamos duro, y cuando había que meter puño también les dábamos como a entenados; yo quise reengancharme pero la muerte del flaco Ibarra, me dolió como a todos los que estábamos allí y mi única ilusión era volver a mi tierra, abrazar a mi mamacita, saborear su lahuita de cebada con su garanchito de chancho, en las noches irme a mi cama con mi matecito de menta o de escorzonera; demostrar en la cancha de Jircán el fútbol que he aprendido; volver a contemplar lo hermoso del Yerupajá; el valle de Aynín, bañarme calato en la caída del Putu, y tener mi parcelita en los terrenos de la Comunidad de Campesinos, para sembrar y cosechar el fruto bendito que será el sustento hasta la próxima cosecha; no saben lo que se siente cuando la tierra fértil se abraza a tus pies, entonces botas el llanqui a un rincón y sigues barbechando con mas ganas, con mas fuerza; esa tierrita nos da el sustento, por eso la queremos como a una madre; ustedes que son estudiantes y que habrán leído de todo, deben saber que la Comunidad de Campesinos acá en Chiquián existe desde siempre, allí han estado mis abuelos, los abuelos de mis abuelos y sus abuelos de ellos, es decir, desde siempre, y es bueno por que así nos organizamos para las faenas de relimpio de canales de regadío, para la conservación de los caminos de herradura; me contaron que en la construcción de la carretera de Conococha a Chiquián los Comuneros a punta de barretas y de punche, abrían las trochas mas difíciles; nosotros los comuneros en semana santa participamos en el huerto de Judas; en el mes de Mayo bailamos los Negritos adorando al señor de Conchuyacu; ustedes habrán visto pues, alquilamos ternos elegantes y las máscaras; claro algunos no necesitan, como el negro penco, o el champa Campos, en Junio en el día del Campesino, que antes era el día del Indio, después de la asamblea en el local de la comunidad, bailamos nuestro Rayán a contrapunto; el Padua se pule como nunca, y de su píncullo se escucha toda clase de tonadas; hasta ahora no he visto en ninguna parte bailar el Jija como lo hacia Don Liborio de Jana barrio; que tal prosa, agilidad para los quiebres y requiebres; después que pasa el invierno, arreglamos las paredes del campo de Jircán, y en Agosto con todo derecho tenemos nuestro sitio para armar la Palinca y gozar de la corrida de toros;

los comuneros, somos gente del pueblo, trabajadores, honrados y orgullosos de nuestra raza; somos concientes que estamos sentenciados al trabajo de por vida, alquilamos nuestra fuerza como peón o jornalero, y cuando enfermamos nos curamos como podemos; no tenemos seguro ni nada; ningún Presidente ni nadie se preocupa por nosotros; alguna vez será. Esta disertación y otras; todas de un contenido social y de reflexión, le escuchamos a nuestro estimado amigo Hualu, allá en Chiquián Querido, en los años 1971, 1972; cuando orgullosos lucíamos la insignia del glorioso Coronel Bolognesi.

Gratamente:

Juan José Alva Valverde.


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