Pipa

 


Todos los que frisamos un poco más del medio siglo de vida, conocimos personalmente o hemos escuchado las historias e historietas de un personaje tan identificado con Chiquian y con sus costumbres como Shapra Manuel, era un actor estelar en la vida cotidiana de nuestra ciudad natal, sus actos y actitudes tan singulares pero naturales también a la vez para él, fueron creciendo en la mitología popular para apuntalar su fama y correrías.
Pipa

En la actualidad tal vez unos más que otros, identifiquemos a Pipa, un mancebo ya no tan  muchachito de carácter locuaz y comedido, apegado al espirituoso y a la respuesta ingeniosa y jocosa en el círculo más cercano de amigos y conocidos. En realidad no nos interesa mucho su verdadero nombre sino más bien sus andanzas y respuestas. Yo lo conocí cuando a duras penas cursaba no se que año del colegio y junto a otros chicos de su generación, formaron un grupo musical que daba la hora en las fiestas sociales y familiares de Chiquian, ataviado de un bullicioso huiro y dueño de una peculiar voz, era el protagonista de hilarantes fugas y huaynos que festejaban los presentes en las reuniones donde se presentaban. Cuando su entusiasmo rebasaba sus emociones y el vaso también rebalzaba, en extraño y natural contubernio íntimo, empezaba a cantar en falsete canciones divertidas y burlescas sin distinguir genero ni posición social. Lejos y despojado de cualquier freno moral o social, daba rienda suelta a su imaginación y remataba sus entonaciones con ese característico dejo de chiquiandad y serranía que solo los que hemos nacido allí somos capaces de entender e identificarlo, ingeniosas letras rematadas de perspicaces rimas que contaban relatos simples y cotidianos de una correspondencia prohibida o situaciones amorosas negadas o amenazadas por celosos padres, tenían un desliz feliz que el mas ogro de los suegros no podía contenerse a ceder y sonreír aceptando el amorío vedado.

En este transcurrir y afincado en su tierra como pocos, el buen Pipa ha sabido desarrollarse como mediano empresario y en cualquier trabajo sea chico o de envergadura media, lo encontramos siempre ocupado, en las fiestas de agosto y otras comisiones costumbristas, él y un puñado de conocedores son infaltables y se apuntan de cabeza. Siempre que voy a Chiquian, tengo oportunidad de encontrarme con él y alrededor de una botella de chinguirito, departimos intensos diálogos llenos de humor y alegría, cuando se presenta la oportunidad, empuñamos una guitarra y somos coro obligado de sus versos andinos que con mucha nostalgia dejamos al partir.

Hace poco lo encontré encaramado como cabecilla de una cuadrilla de amigos que ayudaban al capitán de la fiesta en su leñada costumbrista por la carretera que nos lleva al río Aynín, allí, asiendo una vieja hacha hacía la finta de partir un verde tronco de fibras crespas y llenas de ojos, interrogado porque había escogido ese trozo, con autosuficiencia y arrogancia nos contesto que el era hombre de retos difíciles que a otros los desanimaría fácilmente; personalmente creo que este pata había escogido ese tronquito para huevear todo el día y aprovechar el paso constante y abundante de una botella de pisco para desatar las fuerzas necesarias en esta faena.

Eran como las 4:30 de una tarde particularmente soleada, el estío amorronaba los ímpetus corporales de los pocos pobladores chiquianos que en ese preciso momento circulaban por la plaza mayor de Chiquian, el sol caía inclemente antes de ocultarse cuando llegue a la esquina del jirón Comercio con Tarapacá y busque algún conocido para conversar cualquier cojudez, tal como el destino y mi intención lo había propuesto,  mire a Pipa sentado y dormitando en la banca de cemento que tiene la Municipalidad en su frontis, el local estaba cerrado por ser domingo y en todo su desparpajo él se había acomodado de tal forma que sus testículos visiblemente expuestos, literalmente se “freían” en la pequeña losa que conformaba el descanso de la banca, llego a su lado y sin atender mi presencia, lo toco suavemente en la punta de su zapato con mi pie para despertarlo, entre dormido y perplejo me atiende, cuando se da el siguiente dialogo.

-         Hola shay que haces…

-         Aquí pues soleando mi oquita

-         ¿Tu oquita? (mirándole los huevos)

-         Si shay, es que a mi mujer le gusta dulcecito…

la pluma del cernicalo

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