Fui la noche de agosto en busca de tus brazos, para cobijarme en ellos y sentir tu calor, para llenarme completo de tu aroma de eucaliptus, para gozar de tu serena paz y vibrar emocionado hasta las lagrimas, contemplando admirado las piruetas de tus estrellas fugitivas que corretean alborozadas en tu cielo Chiquián amado.
Y fue allí, precisamente allí, que sentí la necesidad de un abrazo y corrí como un loco por tus calles, pidiendo a la gente que me regale un abrazo, todos me miraban, nadie me hacía caso y yo temblando seguía con mi loca carrera, manchándome las manos y la frente, de sudor lagrimas y sangre y nadie me veía, estoy loco o soy invisible gritaba atormentado, porque desprecian mis brazos porque no me regalan un abrazo que les he hecho, que no se apiadan de este herido pecho.
Enajenado llorando como un niño, Salí por las afueras de tu sitio, levantando polvo sin pedir permiso a las pencas y hualancas entre alisos y eucaliptos grite lo más que pude que me regalen un abrazo.
Las acequias murmuraban y cómplices con la luna se miraban sonriendo de mi atormentado grito y yo aun mas impetuoso grité; que me regalen un abrazo, los eucaliptos de mi pueblo, que me regalen un abrazo las tejas de tu techo, que me regalen un abrazo los yacupishgos de tus aguas, que me regalen un abrazo las pencas, las hualancas, los muchkis los shuplack las sombras de mis amigos que se han ido.
En el silencio cimbreante de la noche, se pasea lentamente el gemido de mi voz, que me han hecho, que ni yo mismo me reconozco; abro los ojos y choco frente a frente con los gigantes anillos del sol mientras olorosos ramajes de hierba santa flagelan implacables con su aroma mis tupidas fosas nasales.
Donde estoy, quien soy, acaso soy un forastero en mi mismo pueblo, porque tanta indiferencia, sin embargo no trazo estos garabatos para contarles mi impotencia, sino sorprendido por ciertos cambios que enferman mi alma.
Se me acabaron los deseos, y sin prisa alguna retrocedí en mi camino, mientras por un costado pasaban presurosas en raudo vuelo palomas blancas y negras, con sus alas machacadas de soledad, lentamente todo se me hizo familiar y al fin pude alcanzar una leve colina llena de pencas y hualancas que morían por la sed y a ellas le pedí que me regalen un abrazo.
Mas cuando a tus calles yo volví, sin que nadie me lo pidiera, abrace a todo el que pasaba notando en su cara muestras de felicidad, por eso te pido hermano como hombre bondadoso que te apiades de mis ansias y me regales un abrazo
Lutapurikog8
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