Entre las Flores del Campo - EL LIRIO BLANCO Las flores siempre han estado relacionadas a nuestras vidas. Nacemos al lado de ellas, por amor, nos rodean en los avatares o compromisos y ciertamente nos acompañan hasta la tumba. No cabe duda que pertenecen a la sensibilidad humana radiante de cultura.
Los incas adoraban al sol, a la luna, a las estrellas, la pachamama era su vida. Tanto así como admiraban al jaguar, al cóndor, a la culebra, etc. Se rendían ante la belleza de su propio mundo.
En este caso, comprensiblemente, su encanto era una flor.
El indio peruano ha sido increíblemente sentimental, romántico y generoso. De ello hay pruebas: Garcilaso cuenta que viendo una flor en su esplendor, éste se detenía embelesado y cautivado; lo que demuestra con razón, su inusitada compasión por una frágil mariposilla, una perdiz o una vicuñita en estado agonizante.
Nos cuenta el cronista, que el indio, nuestro ancestro, era capaz de aceptar con resignación el ataque de un puma, “por designio divino” al punto que se dejaba devorar por la bestia. Acaso algo increíble. Parte de tal ternura y pasión habríamos heredado hoy, en esta mezcolanza de estirpes, muchos somos conservadores, no importa que estemos en la gran Lima, nos gusta criar animales domésticos, la música folklórica nos deleita aún siendo triste y todos añoramos un huerto lleno de flores y frutos. En nuestros pueblos y sus comunidades, hay envidiable variedad de ellas, representan la belleza y el cariño. Para cada festividad patronal se acarrea de cada lugar para las iglesias y procesiones, los artesanos lo consagran, en los mercados hay fotograbados, a las niñas se les bautiza con bonitos nombres de flor, las jóvenes de puro gusto o por costumbre hacen gala en sus sombreros y lucen muy buenos bordados en sus faldellines. El día de la madre, paralelamente parece también “día de las flores”. Ni que decir el 1ro de noviembre o en el quebranto de los velorios y sepelios, a través de sendos ramos, cruces, coronas y pétalos frescos que despiden al difunto.
No hay caso que si no hubiese habido flores, ya hace tiempo que las habrían inventado. Por más que los valores se echen a perder, siempre serán importantes en nuestras vidas. Cada cual tiene sus preferencias; pero, para cada compromiso por costumbre se toman las que más abundan o están a la mano. Por su parte los trovadores y parias han consagrado en sus repertorios, muchos huaynos y chuscadas. siempre vigentes en el ámbito y que al parecer nunca pasarán de moda.
“Hay rosa rosa, rosa espinoza Esas tus espinas, hacen que me vaya Hacen que me aleje”
“Cinco flores necesito Para pronunciar tu nombre Azucenas, margaritas, rosas, clavel y jazmines.
Alhelí. Alhelí que bonita flor eres tu Color de mis esperanzas Color de mis ilusiones
En las faldas de Conococha Hay una rosa por cultivar, No la riego, no la cultivo Porque esa rosa no es para mi
Azucena linda flor Que en el jardín cultivé Tu nomás tienes la culpa Para tanto padecer yo.
Retamita verde llena de pureza Nunca quieras tanto como yo te quise Si tu amor florece pura conveniencia Tu mala conciencia Llorara más tarde.
Purocsha huayta enredadora Shumaclla huayta traicionera Después de amarme y de quererme Ahora piensas abandonarme
Rosas, clavel y alhelí Preguntando por tu amor, Si no me quieres que voy hacer, con retirarme todo se acabará
Que linda flor que bella flor
Que linda flor Hermosa flor es esa chiquilla
Que bonitos ojos que bonitos labios
que bonito cuerpo como me encanta
por eso te quiero a ti solita.
A Dios gracias, habiendo humedad, siempre se hallan en los parques, en los huertos y solares de la periferia o al borde de los ríos, tomas de agua, en los andenes, o acantilados, tanto mejor en los valles y punas solitarias. Particularmente en nuestra provincia es un recurso inagotable, hay variedad de claveles, rosas, azucenas, amapolas, margaritas, alhelíes, girasoles, tulipanes, dalias, siemprevivas, etc. y las del campo o la chacra (silvestres) como: La campanilla, el cantu, el chancor, la pinuash, la malva, la marcuncucha,; asimismo, el coyri o amancae, la chunchita, la chinchirma, la curicasha, la flor de huallanca, la de la puya Raimondi, etc.
Entre las silvestres, hay una un poco especial, según los casos: el lirio blanco del campo, que propiamente trae al sentimiento por el antiguo cuento escolar: Un padre en su lar enferma gravemente, sus hijos saben que lo único que lo salva es la flor de lirio, con tanta pena que es escasísimo en la zona, acuden entonces en su búsqueda, finalmente regresan con la flor en las manos, sin embargo el menor de ellos desaparece sin noticias. De nada vale que el padre se cure de su irreversible mal, pues ahora enferma del corazón.
Un día un pastor de ovejas coge una caña de una rara planta nunca vista en la puna y fabrica su quena, sorpresa mayor para el, porque del instrumento al ejecutar salía una leve voz infantil con la letrilla: “papacito mis hermanos, me han matado, por culpa del LIRIO LAY”, así es como el hombre descubre el vil crimen de los caínes de su hogar y los castiga como manda la Ley. Muy aparte, como apropósito, en nuestro medio hace años marcó época, un sentido huayno con el recordado conjunto de Gelasio Rivas, gran violinista en la aguda y vibrante voz de Fernando Pineda y también de Zósimo lazo, el “Poncho Negro”: “Hay lirio lirio del campo Hay rosa rosa del jardín Como pasaremos la vida si tu papacito no me quiere si tu mamacita me desprecia Cada vez que paso por el sitio donde me juraste quererme, lágrimas me faltan para llorar corazón me falta para sufrir. FUGA APARTE Para más aludir al lirio, hay otro cuento adicional al respecto: cierta vez hubo una pareja que cada día se hundía en el abismo de la incomprensión, prácticamente en el seno del hogar reinaba el caos, por no decir el diablo. No pasó mucho tiempo. Inesperadamente dicho conflicto cobró un fatal desenlace, fue una de las hijas que no soportó las penas y angustias, cayó en cama y murió sin remedio. La gente contrariada murmuraba incoherencias.
Ya camino al camposanto y en su propia tumba, cuentan que las señoras lloraban cantando el Lirio Lirio, tonada que al doble de las campanas humanamente hacen mella del corazón. En verdad los huaynos y yaravíes no deben de ser tan tristes, muchos coinciden en este juicio, pero la nostalgia existe, así como existe la contradicción como ley de la vida y desfogar es una necesidad.
Obviamente el lirio blanco y la retama amarilla significan pena y tristeza; en contraparte la gama de flores silvestres, cual mensajes de fe y esperanza, nos aguardan gratamente en la soledad de la puna. Particularmente a mí me encanta la chinchirma, que siempre ha abundado en Cajacay, por su forma de pluma espigada o dardo armado de pétalos colorados en vivo contraste con el verde lorito de su mata tupida, y más también porque cuando niños. a nuestro paso por los caminos, una a una las cogíamos, las chupábamos y con la misma la tirábamos para coger otras más -no se de quien copiamos este secreto, tal vez de los mismos picaflores- la verdad que contiene una rica miel, un néctar que a estas alturas atenuaba de veras nuestra sed de camellitos, momentos que en la chacra pastábamos nuestros borreguitos.
ERASMO TRINIDAD CARRILLO
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