En l.660 llegó a Mangas un fraile llamado Bernardo de Novoa; éste fue un enérgico visitador que reprimía a los indios “hechiceros” que se aferraban a sus propias creencias; en el AYLLU DE COTOS (hoy: Acas)
Novoa se enteró que el propio curaca Alonso Callampoma, a pesar de ser autoridad se aprovechaba de las fiestas del Corpus Cristi, San Francisco o la “LLENADA DE TECHO” para hacer idolatría, como para esto, esos días en Cotos habían celebrado una “LLENADA DE TECHO” cuyo dueño por coincidencia era este mismo curaca Callampoma, para escarmiento y ejemplo recibió un castigo por demás brutal.
Dicen las crónicas que curado sus heridas “a lo macho” persistió en sus costumbres. Esta tradición de la “LLENADA DE TECHO” siempre fue de unión y comunismo, plena de regocijo; para ello, naturalmente se sacrificaban animales, donde la ceremonia de hecho culminaba en fiesta popular. Este AYLLU DE COTOS (Acas) tenía grandes tierras de sembrío y más de 100 llamas exclusivas para las fiestas de la “LLENADA DE TECHO”. No había hechicería alguna, pero abominable, era tabú y por nada estaba permitida en el virreinato: “… estos hechiceros hombre o mujer, saben y hablan primero con los demonios del infierno, para saber lo que hay y lo que pasa en este mundo. ¡Dios y la virgen nos proteja, amen!”.
Para el inicio de la ceremonia, todo el ayllu tenía que estar presente, el curaca y sus adjuntos se vestían con una “cumbi” (camiseta elegante estilo inca) que llevaba una banda colorada en el pecho, unos brazaletes de plata y sobre la cabeza una “guama” (corona de plata) y una guaraca larga que enrollada hacía las veces de sombrero.
El curaca era el primero en entrar al flamante recinto, unas mujeres –pallas- lo secundaban tocando tambores, después de recorrer de rincón a rincón, comenzaba la ofrenda con el sacrificio de varias llamas y muchos cuyes cuya sangre se vertía en los cimientos, seguidamente recorrían salpicando con las uñas las paredes “para que estas sea fuertes”, otros oficiosos subidos al techo tiraban vasos de chicha hasta donde alcanzaban sus brazos, “para que no gotee cuando llueve”, luego quemaban hojas de coca traídos de Pativilca cuyas cenizas mezclaban con harina de maíz, este polvo lo soplaban en cada uno de los ambientes, -o sea ellos son los inventores de la fumigación que hoy se hace en medio de enloquecedores ruidos- cumplido este rito, el curaca autorizaba la fiesta general, donde todos, incluso otros ayllus vecinos que participaban: comían, bebían, cantaban y bailaban hasta que la noche los envolvía con su manto.
Ciertamente este acto tampoco era a menudo, ni se caía en excesos o libertinajes. En la provincia de Bolognesi muchos pueblos continúan con la “LLENADA DE TECHO”, es un acontecimiento social, alegre y divertido, seguramente porque significa adelanto y progreso; acuden familiares, amigos y vecinos llevando incluso materiales que puedan necesitar en los últimos toques; otros se manifiestan con tragos o regalos personales; hacen el “pasamanos” si requiere ganar tiempo y de rato en rato lógicamente circulan garrafas de chicha y cerveza helada al natural; Desde muy temprano unas señoras se acomeden en la cocina donde no se pierde la costumbre del fogón y la leña, de las ollas y el perol de arcilla roja.
Rikapaykuyay,
Mirenla, examínela Trabaju pasacuyanccaykita;
el trabajo que les ha costado Ishcaiki, palmitakuna,
lo que ustedes, dos palomitas, Huaccarir, huaccarir,
llorando llorando, Ruracuyanccáikita
han construido
Trozo de versos que antes cantaban durante los techados de casas (Ensayo Monográfico de la Provincia de Bolognesi – Alberto Carrillo Ramírez) Por lo general, en todo los pueblos de Ancash, la “LLENADA DE TECHO” siempre ha sido una fiesta particular muy emotiva, “… sin pensar todo salió muy bonito, la sorpresa que nos dio el compadre”. Llegado el momento estelar, se enlazaba una cinta de color al cuello de los esposos dueños; algo parecido hacían en otras comunidades; atando de las manos a la pareja la otra punta se anudaba en la viga más alta, a continuación quienes tenían esa voluntad hacían su “cola” frente a la pareja y uno por uno depositaban en sus brazos los regalitos que discretamente portaban; en el techo sobre la cumbrera se fijaba para siempre una cruz de fierro vestida de flores y lazos, bendecidas previamente por el cura del pueblo; otros parientes se daban maña ese momento para grabar con letra corrida en los aleros: “PADRINO tal fulano, MADRINA tal fulana. AÑO TAL, DIA TAL”. La orquesta traída de otro pueblo afinaba con calma, mientras la concurrencia se servía de un almuerzo “pistonudo” -como solía decir el abuelo- tiempos en que “se amarraba al perro con salchicha”.
Después del “combo” comenzaba el “tono” a todo dar. Curiosamente hoy en día, esta arraigada tradición tiene remanentes en los barrios marginales de Lima, donde hay vecinos de todo el Perú, cada cual han sufrido elevando sus casas, se apoyan como buenos provincianos, por eso ESE GRAN DIA DE LA TECHADA o “vaciado” de concreto, EL “PAISA” QUE VA TECHAR, por “Ley” se manifiesta con una cuyada u otro plato especialidad de la señora, por supuesto que dedicado a todos: al Maestro de Obra, a los lateros que trabajan semicalatos, a las amistades visitantes, incluyendo a los curiosos o “mirones”; sino, na´que ver, “EL TECHO AMANECE RAJADO” y se cumple la cábala.
ERASMO TRINIDAD CARRILLO
Regresar
Comenta, opina acerca de este tema