Hoy, en que escribo estas líneas, debo tener el alma mojada por la lluvia, para salir corriendo como un enajenado entre espinas y barrancos semejándome a un puma herido, que envuelto entre ponchos y cuadernos, con mi mano ensangrentada, tal vez pudiera escribir una carta.
Una carta que lograra expresar los secretos mejor guardados de mi corazón, una carta que gritara a todos, lo que soy, lo que tengo, y lo que doy, ¡una carta¡ que me escriban; una carta el varón y la hembra que me hizo los ojos pardos y el pelo castaño oscuro, que me escriba una carta los vientos helados de mi jalca, que me escriba una carta, el hermano viajero que duerme en tierras extrañas y cama ajena, que me escriba una carta mi hermano campesino domador de bueyes, que me escriban una carta, los truenos de la lluvia, que me escriban una carta los muertos de mi infancia que plácidamente duermen, entre el humo de la niebla.
En muchas noches de insomnio corriendo entre la bruma de la lluvia iba persiguiendo una carta, que me traiga buenas nuevas, que me hable de mi Chiquián amado, de su calle más estrecha , de su aliso más alto, de su teja más rota, de su tierra más dulce donde pueda descansar algún día.
Y esta mano temblorosa que con torpeza agarra la pluma, no puede escribir una carta, será porque nunca le exigieron, porque nunca lo quiso hacer, o es que en sus locos delirios de bohemio sus versos salían cortados por la nada, sus versos no decían nada, sus versos no sabían a nada.
Dicen que este loco, enfermo de melancolía, descubridor de calles en las nubes, coleccionista de ninacuros en el día, domador de potros de los aires, consejero espiritual de los shulacos, quisiera escribir una carta para cada una de las mujeres que me amaron y se marcharon.
Ayer, lo he percibido en el aire, no me lo dijo nadie, pero he advertido con horror, el olor a llanto, y he visto desolado entre las manos de mi amada, ¡una carta¡ yo creía que solamente las cartas traían buenas nuevas, pero mentira, he visto ríos cristalinos bajar por las mejillas de mi amada, quien con su voz entrecortada clamaba suplicante a la nada, he visto hipar turgentes pechos de dolor encallecido y mojarse encogida los escritos de una carta.
Una carta, ¿Qué es una carta? Papel manchado con signos inimaginables, portadora de horas buenas o de torturantes líneas, cuando alguna vez se te ocurra llegar a mis manos si son malas nuevas, oh Chiquián querido préstame tus ninacuros para leerlos y dame la tranquilidad de las pacapacas para escucharlas, o si son buenas nuevas que un coro de yoquiocos alegren mi lectura mientras mis ojos ávidos de ternura precipitadamente acaricien cada una de sus líneas.
Lutapurikog8.
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