Reclinado, soñoliento en una de las bancas de la plaza de armas de Chiquián, perezosamente levanto la vista hacia el firmamento y oh maravilla en el amplio manto de tu cielo, veo miles de ninacuros convertidos en estrellas que tiritan gozosas y sonrientes a lo lejos.
Entonces agazapado en un rincón de mis recuerdos, como un cóndor en asecho, estirando mi corto y enfundado cuello contemplo complacido el ir y venir de la estrellas en un extraño rito que en su largo y veloz recorrido dejan en la cola de su estela los nombres de amores bendecidos y prohibidos.
Miles de estrellas me guiñan amorosas, cómplices de mis amores furtivos, mientras el frio helado de tu tiempo susurra muy quedo a mi oído los nombres de amores fenecidos pero que dejaron herido de hecho a este humilde y sincero pecho.
Como no admirar a tus jinetes de la luz que como consumados malabaristas juguetean con las estrellas en su rauda huida por los cielos de tu techo. Escondiéndose entre nubes y tormentas que provocas con el aliento helado de tu riza y en ese instante divino que me toca, me siento solo y dolido entre campos sembrados de flores silvestres y con la luna llena a cuestas.
Y fue aquella noche, cuando embelesado contemplaba las estrellas en que se me apretó tu ausencia en mi garganta y me detuve atascado entre el viento y la nubes contemplando solo y dolido, las acrobacias que nacían de tus manos, mientras la luz azul y blanca iluminaban tu techo grande.
Noche sombría y brumosa insinuante de la melancolía, cómplice de engaños y traiciones porqué haz roto y agujereado tu manto para enviarnos apenas unas lonjas de luz que no me dejan ver las pircas de mi pueblo ni sus pequeñas hendiduras.
Fue precisamente en ese instante Chiquián amado acoderado en los bordes de tus andenes de muchki con el corazón latiendo fuera de costumbre, entre incrédulo y azorado descubrí las estrellas de tu cielo y comprendí inmediatamente que millones de manicuros habían invadido los cuartos de tu firmamento y que de cada puerta, de cada ventana, lanzaban sus luces salvadoras para que tus arrieros puedan ver sus caminos y arribar contentos a sus hogares.
En noches estrelladas como esta, sin que nadie perturbe tu belleza, caminando sonámbulo por el prado iba en busca de tus senos de eucalipto, iba en busca de mis fogatas de arcilla, iba en busca de la nada, con los ojos cerrados, persiguiendo tu perfume.
Cielo chiquiano, tú qué haces señales desde tu techo, tú que me guiñas cómplice en mi lecho, jamás dejes que siga enloqueciendo de gozo, al contemplar el camino que me deja, una estrella fugaz en su precipitado recorrido fugitivo.
Lutapurikog8.
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