En dialéctica se llama: la negación de la negación. Antes, cuando de muchachos visitábamos la costa por algún asuntillo, llegado a Barranca, en el almuerzo recuerdo que sudábamos a chorros con el caliente sancochado. Se viajaba en camión, así sentados a lo largo de unas tablas, al lado de unas señoras “placeras”, encima de la incomodidad todavía topándonos en cada bache con los toros y carneros de embarque.
A las damas y caballeros respetables, considerativamente les correspondía la carrocería al lado del chofer. Estas señoras eran conocidas negociantes, casi todas parlanchinas, que siempre llevaban a Paramonga sus ricas tortas, bizcochuelos, jaratantas y bambazos; otras con igual cuidado también sus sendas canastas de lechugas, choclos, rocotos y moldes de queso fresco.
El tramo de 90 km significaba 9 horas eternas, generalmente desde 9 a seis de la tarde. Ya en Barranca, que bien que los sancudos sabían quienes éramos los “recién bajaditos”; es más, en la calle la súbita presencia de un negro medio que nos asustaba, así como las gitanas que naipes en mano, más que buscar incautos, sinceramente parecían secuestradoras de niños. En la larga cola del cine Alva, unos chibolos sabían como buscar de frente la “bronca”, hería mucho que nos digan “serrano come cancha”, “cholo de miércoles”, etc. La costa también estaba atrasada, los primeros pisos eran salas y no tiendas como hoy; pero, quien conocía por vez primera, se deslumbraba con el efecto de la luz eléctrica; la bonanza de Paramonga no era por su tremenda chimenea, sus “chalets” floridos y sus calles pura melaza, era por su productividad misma, cuando en todo el norte chico los bolicheros de Banchero prendían el cigarro con un billete y Barranca destacaba por abundante pescado barato, los chinos con negocios florecientes y la belleza de su Puerto Chico copado de heladeros y bañistas.
Pensar que ahora, como ha cambiado la cosa en cada ámbito. Hace poco hemos estado en Cajacay de nuevo y después de la fiesta de mayo. Realmente la distancia parece haberse acortado una barbaridad. En efecto, a los bolognesinos que nos leen desde el extranjero so, si no están enterados, les anticipamos que hay combis modernas y pistas flamantes que abreviaban el tiempo. Que hay cosas que han mejorado mucho, pero en otras seguimos a la antigua. Quien puede creer, que estuvimos por la mañana en el río tingo (así se le llama acá al río Fortaleza) y con chance después del chapuzón, cruzamos por melocotonares, montes de tara y sauzales explorando tranquilamente la floresta, no obstante que urgía estar cuanto antes a Lima; efectivamente, horas mas tarde ya transitábamos por Lince y San Isidro entre inmensos rascacielos y pistas copadas en hora punta. Un mundo adverso, con gente que reniega del odioso semáforo rojo y viendo de reojo las muecas de tanto taxista que “quema” hígado en su lucha cotidiana, adonde nadie se conoce con nadie y reina la desconfianza por doquier.
Pero que felizmente, si por probar se conversa con alguien, taxista o no taxista, da la casualidad que es provinciano y con mucha suerte resulta huarino o recuaíno o en su defecto, puede que sean sus padres los serranos que un día “bajaron” solo con su pasaje a triunfar a la Capital; fijo que nos dirá en su comentario, que tiene un hermano en Brasil, que él se fue a Italia, o que su prima es ingeniera de la UNI Y esta en EE.UU. Si a este cambio a más de los adelantos sorprendentes como el INTERNET y los celulares de última generación, se le llama modernidad en 50 años (600 meses que parece que fuera ayer), no se sabe porque demonios ALLÁ casi todo sigue igual, en esa cómplice mezcla de costumbre y dejadez: el arado, los caminos espinosos, las cabras maniatadas, la máquina “Singer” junto a la “Olivetti”, en el barrio alto el mismo pequeño estanque de agua y la disputa mañanera de siempre por el vital líquido de riego.
Cada pueblo tiene su eterno “Juvencio”, su “Hipicho” o su “Rosalina” que comparten con los que nunca migran y así vivir a su modo y a sus anchas, con sus añoranzas y retazos de alegría. A estos “posesionarios” mal llamados advenedizos, les importa un bledo los mil millones que percibe Ancash, ni saben el concepto de CANON, ni que significa ECO SISTEMA, más preocupados están porque este año llovió menos o el gallo que le robó el vecino, la burra preñada que puede malparir, su choma de maíz tocado por la gusanera y el precio del azúcar que un cuarto ya cuesta como medio kilo. Ni siquiera le interesa quien es presidenciable el año que viene o que dizque estamos mejorando. Les llega fríamente que Castañeda sea cuestionado o sea presidente; pero ojo, cuidado, ese pueblo por desmemoriado o desactualizado que sea, se nota que está cambiando, percibe y tiene coherencia su crítica; no lee pero conoce.
A estas alturas, no sería extraño que alguien en la punta del cerro le “abra” los ojos con un maletín que se llama laptop. Tiene su criterio no importa “chacrero”, sabe por ejemplo que la mayoría tiene la culpa de elegir mal a las autoridades, que ya probamos con un peruano, dos veces con un chino, tuvo su oportunidad un cholo ancashino: ”Toledo nada hizo por Ancash, comparado con Odría en Tarma y nos engañó en decir que “ya chorreaba” dijo que el gas de Camisea bajaría fuerte el balón, casito me compré mi cocina a gas” y como mascullando añadió: “¡Dios mío a quien encomendamos el Perú!”
ERASMO TRINIDAD CARRILLO
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